domingo, 27 de febrero de 2011

El Shamisen


La música lleno mis sentidos, el Shamisen era tocado con sutileza invitándome a moverme a sus compases, en mi interior sentí la burbujeante calidez de la música llenando mis venas. Sonreí alargando mi mano para alcanzar la copa de sake en la mesa momento en el que decidí mirar a mí alrededor.
Fue como una visión, en un principio creí que lo imaginaba porque no parecía humano, digo, esos ojos no eran humanos. Los compases se volvieron más rápidos de la misma manera que el latido de mi corazón, mi cabeza empezó a dar vueltas. Me pregunté si esas criaturas tan veneradas como temidas que tanto prodigaban los asiáticos serían capaces de descender junto a nosotros.
Suspiré ligeramente mientras bebía mi siguiente copa de sake sin quitar la vista sobre la figura. Por un instante sentí que me sonreía, quise devolverle el gesto pero mi piel se había vuelto ligeramente roja por la vergüenza, o quizás por el sake, quien sabe.
Desvié la mirada hacia el cielo mirando la hermosa luna llena sobre nuestras cabezas, el viento junto a la música arrullaron cerca de mi oído. Volví la mirada hacía el lugar donde antes se encontró la criatura pero solo encontré un lugar vacío, el viento se volvió ligeramente más fuerte y una hoja cayó sobre mi plato.
Me levante del asiento sonriendo ligeramente a mis acompañantes, el jolgorio, la risa, el desenfreno a mi alrededor aumentaba a medida que el tiempo transcurría. El camino hacia la tranquilidad del patio era largo pero valía la pena el esfuerzo, retuve el suspiro de cansancio cuando alguien me invito a bailar y solo pude negar con una sonrisa forzada.
Quise alzar mis manos a modo de triunfo cuando llegue al lugar más tranquilo, sonreí sentándome en suelo apoyando mi espalda en una gran roca cerca de la fuente, a metros de algunos árboles que tapaban la vista, el Shamisen seguía escuchándose aun a la distancia.
Alcé mi vista creyendo toparme con la luna, una sorpresa me sobrevino cuando el rostro desconocido me observaba fijamente, sus ojos eran negros aun más negros que el ónix pero tenían un extraño brillo. Me levante rápidamente quedando a su altura pero parece que lo asuste porque rápidamente se alejo, era veloz, muy rápido, anormalmente rápido… como un gato.
Quise detenerlo pero el sonido de mi nombre me detuvo, di la vuelta para observar como mi amiga se acercaba con una botella de sake y dos vasos.
—¡Vamos sírvete!— Miré mi alrededor buscando a la criatura sin ningún resultado. Suspirando tome el vaso que me ofrecían—¿Sabes que descubrí?
—¿mmm?— Mi mente aun vagaba en la criatura.
—Que los Shamisen son creados de piel de animales—La miré a los ojos interrogándola con ligereza—Usualmente usaban de serpiente pero los más cotizados fueron los de gatos— Me atragante ligeramente con el sake— Uno del grupo me dijo que el músico sobre la tarima, él que toca el Shamise— Habló apuntando ligeramente con la botella— su instrumento es hecho con piel de un gato.
—¿Un gato?— Mi voz sonó algo temblorosa— ¿no una gata?
Ella sonrió. Mi sangre corría velozmente por mis venas mientras la música emitida por el Shamisen aun sonaba en el ambiente.
—No— Algo en sus ojos me confundió—Era de gato.
Fue cuando voltee mi mirada hacia la tarima del músico que mi sangre se congelo, mis ojos se abrieron con sorpresa. Tras el músico se encontraba quien yo estaba persiguiendo, nadie más parecía darse cuenta de su presencia eso me desconcertó. Los ojos negros me miraron con intensidad, abrió la boca y observe con terror los colmillos que salían de ella, levanto sus manos lentamente por sobre la cabeza del músico. El Shamisen sonó más fuerte y se detuvo.
La figura desapareció.