Salimos tres veces a la semana, ocho meses en el año y dos años seguidos, bebimos cinco mil vasos de ron, tres mil tequilas, un millón de vodka y con la cerveza perdimos la cuenta.
-¿Mi apartamento o el tuyo?- escuche mas de tres mil veces esa pregunta, y sin entenderla terminamos haciéndolo en la callejuela tras el bar. Tu voz cambiaba cada día, tu ropa siempre era diferente, al igual que tus manos, tu cuerpo, tus ojos y tu pelo.
Eran las cinco de la mañana, estaba sentada en el frio suelo de la callejuela con la ropa corrida después de tener algo de sexo, escucho que me hablan, seguro que es a mí. Dicen Ana, o María, o Alejandra, o Cristina da igual, total es alguno que escuche por televisión, mire a mí alrededor. A pesar de que todos cambiaban ella seguía ahí.
-¿Cuánto fue esta vez? – pregunto, fumando un cigarro, mirando con esos ojos vacios tras los lentes, ajustándose su abrigo… espera, era ella o yo reflejada en el cristal de sus anteojos. Sonreí, ya estoy cansada de esto.
-me largo – me levante tambaleando, el alcohol aun afectaba mis acciones, camine con algo de dificultad hasta la muralla, cuando siento el estruendo de una bala, caigo por el simple sonido, mi cuerpo pesa mucho más que antes. Vuelvo la mirada con dificultad, ella solo sonríe.
-lo sé, te largas- camino con delicadeza hacia mi – adiós.